La Reserva Federal (Fed) cerró este miércoles un año polémico con la vuelta de Donald Trump al poder, que no ha cesado en su acoso al banco central estadounidense, con un nuevo recorte de los tipos de un cuarto de punto, el tercer tijeretazo consecutivo desde finales del 2024.
Sin embargo, la institución se mostró más divida que nunca en tiempos recientes. Hubo tres votos en contra a la decisión final y en sentidos opuestos. Dos gobernadores se posicionaron en contra del recorte y un tercero apostó por un tijeretazo de 50 puntos básicos.
Su esfuerzo consiste en reanimar un debilitado mercado laboral, si bien esto puede hacer que se persevere en una inflación elevada, o se agrave, en pleno impacto de los aranceles. Ese es el juego de equilibrismo en el que se haya la Fed.
Los argumentos a favor del recorte indicaban que los riesgos de la caída del empleo superan a la inflación: el lento ritmo de creación de ocupaciones es los más desconcertante. Además, si la Fed espera a ver un mayor deterioro del mercado laboral, habrá esperado demasiado tiempo. La política de la Reserva Federal necesita tiempo para impulsar la demanda.
El precio del dinero se sitúa ahora en el 3,50%-3,75%. Este nuevo recorte era más que esperado por los inversores. Pero la cuestión clave de esta última reunión se centraba en saber que pistas daría la institución que dirige Jerome Powell de cara al 2026. Aunque había quienes apostaban por una pausa, la reunión concluyó con la idea de que habrá un recorte el próximo año, a pesar de un frente más amplio de gobernadores que apostó por no tocar nada ante la incertidumbre económica.
La actualización económica de la Fed apuesta por un crecimiento del PIB estadounidense del 1,8% en el 2026, una estimación dos décimas superior a la de septiembre. El paro se situaría el próximo año en el 4.4%, por debajo del 4.5% de la anterior previsión, en tanto que la inflación sería del 2.6%, cuatros décimas inferior.
La incesante presión de Trump, cuya pretensión es una rebaja drástica de los tipos para paliar en los bolsillos de los ciudadanos el efecto negativo de los aranceles, ha propiciado una ruptura en la unidad que la Fed había mantenido durante la lucha contra la inflación.
Aunque no es raro que se constante un cierto nivel de desacuerdo entre los gobernadores del banco central, si lo es que se radicalizan posiciones como ocurrió en la pasada reunión de finales de octubre, cuando se registraron dos votos disidentes y en posiciones radicalmente contrarias.
Stephen Miran, en su segunda participación tras ser elegido por Trump, quiso que el tijeretazo fuera del menos medio punto, mientras que Jeff Schmid, presidente del banco central de Kansas City, apostó por no tocar nada y dejar las cosas tal como estaban.
Existía el temor de que la brecha se amplificara aún más en esta ocasión, como ocurrió, en un distanciamiento mayor entre los que piensan que se ha de recortar para preservar los puestos laborales, en un momento en que el índice de desempleó subió al 4,4%, el nivel más alto desde octubre del 2021, y los que creen que se han de dejar las cosas como están puesto que la inflación se mantenía en el 3%, lejos del 2% que se marca como objetivo la Reserva Federal.
Sin embargo, esos datos están desfasados puesto que el informe del mercado laboral es de septiembre y el del índice de precios de octubre debido al cierre gubernamental durante 43 días, lo que ha hecho que las actualizaciones se hayan aplazado y no se esperen hasta la próxima semana.
Datos alternativos, como las peticiones semanales de desempleo, constatan que han ido al alza en semanas recientes. El grado de confianza de los consumidores está a la baja, aunque se mantiene el gasto. Esto se debe en buena parte porque los comercios siguen asumiendo el encarecimiento de los productos por los gravámenes sin subir los precios, pero hay indicadores de que están llegando al límite.
La dinámica de los aranceles se empieza a reflejar en las empresas con un nivel menor en las contrataciones y un retroceso en las inversiones. Han decidido preservar el margen de beneficios al centrarse en el costo, según economistas de Goldman Sachs. Ese es el terreno en el que se mueve la Fed.
“Si bien esperamos oposición en ambas direcciones a la decisión política, es probable que haya más disidencias a favor de mantener la política sin cambios”, según un certero informe de Wells Fargo.
Así que varios oficiales de la Fed expresaron cautela y remarcaron previamente a la reunión que no se debe descartar la posible presión inflacionaria impulsada por los aranceles, por lo que defendieron establecer una pausa ya.
Trump ha utilizado esas reticencias a los aranceles, pieza clave en su agenda económica, que también está a la espera de que el Tribunal Supremo resuelva sobre su legalidad, para acusar a Powell de actuar en contra de su gobierno. El líder republicano se planteó echar al presidente de la Fed, pero sus asesores le advirtieron que eso podría ser un desastre y que era mejor esperar al próximo mayo cuando se acaba su mandato.
El presidente estadounidense aseguró que anunciará próximamente su candidato. Todo apunta que será Kevin Hassett, actual director del consejo económico de la Casa Blanca, un trumpista muy fiel que ha mostrado su disposición a rebajar los tipos de interés al gusto de Trump, quien ha dicho que esa condición es la prueba de fuego para el próximo jefe de la Reserva Federal.
Da igual que los economistas mantengan su preocupación por la persistencia de la inflación o que los ciudadanos, incluidos muchos republicanos, expresen en las encuestas que la cesta de la compra está más cara y que culpen a Trump de mala gestión económica en un porcentaje del 61%. Es lo que indica una reciente encuesta de la Fox, el medio más amigo del gobierno. Hasta un 57% consideró que el presidente está perdiendo la batalla de la inflación y un 56% sostuvo que los aranceles causan un daño económico al país.

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