Una mezcla de desconcierto y desánimo se han apoderado del PSOE. Los tres pilares que sustentan la presidencia de Pedro Sánchez parecen ahora asentados sobre arenas movedizas. El primero, el de la bandera anticorrupción que justificó la moción de censura contra el PP, está seriamente dañado. El segundo, el del feminismo, ha evidenciado sus debilidades. Y el tercero, el de la alianza parlamentaria con los nacionalistas periféricos, está averiada.
Corrupción: Las investigaciones de la Guardia Civil revelan que el foco de corrupción en torno a las figuras de los dos ex secretarios de organización, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, extendió sus tentáculos de forma más extensa e intensa de lo imaginado desde la Moncloa. Ya no se trata solo de una trama de cobro de comisiones por adjudicación de obras públicas a través del Ministerio de Transportes sino que afectaría también a otras empresas públicas y departamentos como el de Hacienda y Transición Ecológica a través de un ex presidente de la SEPI. La corrupción es una carcoma que suele propagarse con facilidad. Por más que el discurso del presidente subraye que unos partidos la esconden y otros actúan cuando sale a la luz, resulta difícil levantar cortafuegos políticos eficaces.
El problema para Sánchez es que los principales protagonistas de esa lacra son personas que gozaron de su plena confianza, lo que propició que se sintieran aún más impunes. Esa ascendencia sobre el jefe les permitía precisamente campar a sus anchas y trasladar órdenes por diversos ministerios y organismos públicos. Las lealtades tejen a veces telas de araña en las que los políticos se quedan atrapados. La llegada de Sánchez a la secretaría general se produjo de una forma inusual. Cuando se dispuso a enfrentarse al establishment de su partido recabando el apoyo de las bases pocos creyeron que lo conseguiría y, quienes apostaron por él son aquellos que habrían quedado apartados o bien no tenían nada que perder.
El PSOE quiso dar ejemplo con un canal para denuncias de acoso y luego no supo qué hacer con ellas
En los casos que afectan a su familia y al ya ex fiscal general del Estado, el presidente ha optado por atribuir de manera más o menos velada un interés torticero a algunos jueces. A juzgar por las encuestas en los últimos meses, buena parte del electorado socialista daba crédito a esa versión. Pero las nuevas revelaciones sobre corrupción pueden hacer flaquear ese apoyo electoral. A buen seguro que muchos votantes ya no pueden discernir entre aquellas acusaciones que tienen un fondo sólido y las que son más discutibles. Lo que sí perciben es que se ha dado un salto cualitativo que ha desbordado el círculo Ábalos-Koldo-Cerdán.
Pedro Sánchez en un acto del partido el pasado martes en Madrid
Víctor Lerena / EFEFeminismo: El círculo más estrecho de Sánchez han sido hombres desde el principio. Eso no significa que el presidente no se crea sus discursos feministas, pero lo cierto es que ha colocado a mujeres en puestos de mucha responsabilidad, mientras que ha recurrido más a hombres a la hora de consultar la estrategia política. Sánchez presumió de gobiernos con un elevado número de mujeres y alardeó especialmente de contar con varias vicepresidentas, con amplias facultades en el ámbito de la gestión. En el partido también ha habido mujeres en la dirección, como Adriana Lastra en el pasado o ahora María Jesús Montero y, a raíz de los escándalos de corrupción, se buscó precisamente una mujer para relevar a Cerdán en la secretaría de organización, puesto que ocupa Rebeca Torró. Sin embargo, las correas de transmisión entre la Moncloa y el partido han estado en manos de hombres a los que el presidente ha dado mucha autoridad, aunque su perfil público fuera muy discreto.
Que existan mujeres al frente del partido no garantiza que actúen de forma diligente y con contundencia en casos de acoso sexual. Ésta es una lacra que afecta a muchos partidos y organizaciones, pero es muy perniciosa para una formación que había atraído a mucho voto femenino y que pretende confrontar su defensa de la igualdad con las políticas de la extrema derecha. El PSOE quiso dar ejemplo con la apertura de un canal de denuncias anónimas. Y, ¡oh, sorpresa! Resulta que hay mujeres que lo han utilizado. La pregunta para el partido es: ¿qué hacer con ellas? ¿De qué sirve si luego no se cumple un procedimiento creíble?
El cerco a Zapatero apunta contra el segundo interlocutor con el que se ha entendido Junts
Plurinacionalidad: Sánchez ganó la moción de censura gracias a la negativa del PP a tejer alianzas con los partidos nacionalistas. El conflicto con el independentismo catalán fue decisivo. Una vez en la Moncloa, el mayor atrevimiento de Sánchez ha sido aprobar los indultos y la ley de amnistía. Se suponía que eso tenía que haber sido suficiente para garantizarle la mayoría parlamentaria. Pero la relación con Junts ha sido tortuosa y por el camino se han ido torciendo también los lazos con Podemos. Incluso el PNV se muestra frío con el PSOE en los últimos tiempos. Sánchez ha hecho un gesto inesperado en las últimas semanas para recuperar el diálogo con Carles Puigdemont al asumir en público que el Gobierno no ha sido lo suficientemente diligente a la hora de cumplir con los compromisos adquiridos con Junts, pero no está claro que eso vaya a ser suficiente. Desde luego no lo es para conseguir la aprobación de los presupuestos. Por si fuera poco, la corrupción se llevó por delante a Cerdán, interlocutor de Junts, y ahora acecha al nuevo enlace, José Luis Rodríguez Zapatero, supuestamente por interceder para el rescate de la compañía Plus Ultra, en la que tenía intereses un amigo suyo.
Son demasiados golpes para tan débil andamiaje. Sánchez siempre ha respondido con audacia ante la adversidad. Pero el manual de resistencia no sirve solo para resistir por resistir. El presidente aparece hoy bunkerizado en la Moncloa mientras su partido se sume en el desconcierto. Si aún pretende alargar la legislatura tendrá que actuar con determinación y a fondo, sin operaciones cosméticas, en los tres frentes: el partido, el Gobierno y el Parlamento. Pero por primera vez aparece paralizado ante las luces largas de un coche que se le acerca a toda velocidad.

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