“Yo soy un poeta y mi vida, una letra que escribo en hojas en blanco”, afirmaba Robe Iniesta en su canción Del Tiempo Perdido. Pero, en realidad, Robe era mucho más que un poeta: cantante, filósofo de la calle y, para algunos, incluso “psicólogo”. “Has sido mi psicólogo personal sin saberlo”, confesaba un usuario en Twitter tras enterarse del fallecimiento del artista extremeño a los 63 años. En sus letras, el líder y fundador de Extremoduro explora emociones humanas intensas como el dolor, las luchas internas o los procesos del duelo. Si Robe no era psicólogo, ¿por qué hay quienes lo comparan con uno? EL PAÍS ha contactado con cuatro expertos en salud mental para analizar algunas de sus canciones más escuchadas y el éxito de sus letras.
“Robe no tenía miedo a hablar desde la herida”
“Robe hablaba, escribía y cantaba sin maquillaje. No evitaba la herida, la miraba cara a cara, de frente. Y eso, en una sociedad feliciológica y tanatofóbica, que evita el dolor a toda costa, es revolucionario”, explica José González, psicólogo experto en procesos de duelo. Sus letras transitan emociones desagradables “de una forma honesta, sin prisa y sin juicio”. Porque si hay algo que caracteriza al cantante, es que “no le tenía miedo a hablar desde la herida”. Comprendía que “el dolor no es un fallo del sistema, sino parte constitutiva de la vida”. Y precisamente por eso, su obra genera tanto alivio: “Porque nos da permiso para sentir en una sociedad que censura la tristeza”.
Una tristeza que muchas personas transitan al abordar un duelo como el que describe la canción Stand by de Extremoduro.
Vive mirando una estrella
Siempre en estado de espera.
Estos versos que pronuncia Robe reflejan lo que en el duelo se llaman lazos continuos, según González: “Nuestro cordón umbilical imaginario sigue conectado con el objeto del duelo después de su muerte. Por un lado, sabemos que debemos mirar al futuro, pero, por otro, nos sentimos conectados con el pasado, como si esperásemos que la persona fuera a volver”.
Sueña con su melena
Y viene el viento y se la lleva
Y desde entonces, su cabeza solo quiere alzar el vuelo
Bebe rubia la cerveza p’acordarse de su pelo
Aunque, de forma consciente y racional, sabemos que no es posible que alguien vuelva tras la muerte, “emocionalmente suele existir la necesidad de seguir conectado con el ser querido”. “Lejos de ser un error o algo a evitar, es algo que necesitamos integrar y sostener como dolientes”, explica González. Robe refleja que la tristeza no solo es común a todos los humanos, sino necesaria para elaborar la pérdida y aprender a soltar. También “que la rabia, la contradicción o la herida forman parte de la experiencia humana y que solo cuando les damos espacio podemos transformarlas”. Esa mirada, según el psicólogo, es muy útil y valiosa para cualquier proceso de duelo.
“Hoy no lloramos solo al artista, sino también a quienes éramos cuando lo escuchábamos”, afirma González. Robe fue testigo de las etapas vitales de muchos de sus fans: “La adolescencia, rupturas, enfados, desengaños, noches de libertad…”. Y no solo eso: ponía nombre a lo que muchas personas experimentaban incluso antes de que ellas mismas comprendieran lo que les ocurría. Así lo indica González, que asegura que lo que más ayuda a un doliente no es que le quiten el dolor, sino que le acompañen a comprenderlo y darle un lugar. Eso es exactamente lo que hacía Robe a través del arte. Incluso ahora, tras su muerte, su obra puede convertirse en un lazo continuo: una forma de “seguir relacionándonos con él a través de lo que dejó”.
“Volver a empezar otra vez”
A Elena Daprá, psicóloga sanitaria experta en bienestar psicológico y analista del comportamiento, las letras de Robe le parecen “crudas, vulnerables, contradictorias, a ratos delirantes y profundamente reales”. “Eso genera identificación porque todos hemos sentido alguna vez que no encajamos, no entendemos o nos desbordamos y él nombra lo que mucha gente no sabe decir: la confusión, el desorden emocional, la búsqueda desesperada, la ironía ante el dolor o la necesidad de renacer”, señala. Sus letras generan alivio en quienes las escuchan, al mostrar que no están solos. Ese reconocimiento compartido, según Daprá, “es terapéutico”.
La canción Locura transitoria, según Daprá, aborda la desorientación, la saturación, el deseo, la dependencia afectiva, la crisis de identidad y el renacimiento. “Psicológicamente es el retrato de alguien que se siente perdido entre la razón y la locura, entre querer desaparecer y querer volver a empezar”, afirma. Y hace referencia a la desregulación emocional: “Ese momento en que la mente deja de ser un buen intérprete de lo que sentimos”.
Sufro locura transitoria
Bajo a la tierra y cruzo
La línea divisoria
Que separa, en esta historia
La locura y la razón
En esta canción de Extremoduro, Robe también afirma: “Siempre soy yo mi guerra”. Esta idea, según Daprá, es “muy potente” porque muestra que “la verdadera batalla suele ser interna, no externa”. Y también aparece el tema del amor “como anclaje o refugio”:
Tieso
Yo sigo todo tieso
La misma trayectoria
Y no entiendo por qué estás cada vez más lejos
Este fragmento refleja, según la psicóloga, una experiencia muy común: “Cuando el vínculo afectivo se fractura, el mundo interno colapsa”. Y finalmente unas palabras sobre la resiliencia:
Y a volver a empezar otra vez
Una y otra vez
“Es la idea de que, incluso tras el caos, el ser humano tiene capacidad de recomenzar”, explica Daprá. La psicóloga considera que este tipo de canciones normalizan el conflicto interno, dan lenguaje al malestar, permiten procesar e invitan a resignificar. La música de Robe acompaña, pero “no edulcora, no juzga y muestra que hay salida aunque duela”: “Da esperanza y eso es muy potente. El oyente se ve reflejado y puede empezar a poner en palabras lo que antes era puro ruido mental y le hacía estar en un bucle o malestar constante”. Algo clave en psicología: “Lo que se nombra, se sostiene, crea una realidad. Lo que se reconoce, se puede transformar”.
Cuando la letra duele y acompaña
Las letras de Robe conectan con tantas personas porque “en algún momento de nuestra vida todos nos hemos llegado a sentir así en mayor o menor intensidad”, según Vanesa Fernández López, doctora en Psicología y profesora de la Universidad Complutense de Madrid: “La tristeza, el anhelo, el duelo o la angustia son emociones que nos hacen sentir mal, pero lo cierto es que son adaptativas y están en nuestro día a día. Nos advierten de que las cosas van mal y que hay que ir avanzando por el camino”.
Fernández ha analizado El hombre pájaro, una canción que “expresa emociones relacionadas con la melancolía, la depresión y la tristeza”. “Me parece que es un duelo hacia una persona a la que echa de menos y también un duelo hacia sí mismo, hacia quién era él”.
Y me he mirado en el espejo
Y no estaba allí mi reflejo
He debido de desaparecer.
“Nota ese vacío y siente que ya no es la misma persona. Se mira en el espejo y no ve su reflejo”, explica Fernández. Como señala la experta, el duelo está muy conectado con la depresión y Robe describe, en estas letras, “un estado de ánimo deprimido”.
Me levanto de la cama
Me he levantado sin ganas
Esta noche es que no he dormido bien ….
…. Hoy no he probado bocado
Quién sabe si mañana
Sé que estoy más delgado
Fernández considera que El hombre pájaro tiene un tono “pesimista, triste y angustioso”. Además de la pérdida, la canción también habla “del anhelo, la duda, la angustia e incluso la inestabilidad emocional”.
Noto que algo me falta hoy para ser
Que me falta hoy para estar
Como si me faltara peso
Consciente de mi volatilidad
¿De qué está hecho el amor?
“Robe hablaba desde una vertiente más científica que muchos divulgadores de salud mental actualmente”, afirma Mari Zafra, psicóloga y creadora de Psikigai. Para ella, Robe no es solo las letras de sus canciones, sino la filosofía con la que veía la vida. Componía desde una “verdad cruda”. En su obra, “habla del dolor y de la felicidad al mismo tiempo, como un continuo”. “Sartre, Camús o Simone de Beauvoir son pensadores que escucharían su música o la inspirarían”, opina la experta, que ha analizado la canción Puntos suspensivos.
Como destaca Zafra, Robe no rechaza el dolor, sino que lo vive como parte de las cosas valiosas de la vida. En esta canción, aborda “las contingencias del amor y de la vida”: “Los abrazos, el viento… Aquello que uno puede experimentar en sus carnes y que le da sentido a intentar algo con tal de que no quede en puntos suspensivos”. “Puede salir mal, claro que puede salir mal. Pero la vida es un continuo absurdo, importa muchísimo y, al mismo tiempo, si sale mal, pues tampoco pasa nada, más allá del dolor”, afirma la psicóloga.
Voy a enseñar
Mis mejores dientes
Voy a intentar
Que esta vez no salga nada mal
Robe habla sobre cómo el ser humano se puede enganchar al dolor y de la importancia de buscar una salida. “No podemos evitar que pasen cosas malas, pero podemos ver de qué forma nos relacionamos con ellas”, afirma Zafra.
Recuérdame que busque una salida
Si ves que estoy perdido en mi interior
Recuérdame que olvide aquella herida
Que me descascarille el corazón
Robe se pregunta de qué está hecho el amor e invita a volver la atención a lo que realmente da sentido a la vida: “De puros abrazos, de puro viento… De las experiencias que no están dentro del contenido de nuestros pensamientos, sino de la experiencia directa de vivir”, explica Zafra. Porque de la vida, Robe sabía mucho: se la pasó entera buscando el siguiente escalón y enseñándonos a amar y ensanchar el alma. “No queremos metáforas ni cuentos sobre monjes que suben montañas descalzos y que no nos representan nada en nuestro día a día. Queremos a Robe cantándonos sobre nosotros intentando no cagarla, sobre nosotros teniendo miedo y dudas, sobre la experiencia de un abrazo”, afirma la psicóloga. Con su marcha, muchos se sentirán en una calle sin salida. Pero siempre quedará su música como guía y compañía.

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