Marcus Rashford aparece rodeado de niños en la Escola Vedruna, en pleno corazón de Ciutat Vella. Le esperan con gran expectación, enfundados en camisetas del Barcelona. Entre preguntas inocentes, pero sin filtro, Rashford escucha con calma, sonríe y juega. Desde una ventana le lanzan cartas mientras él se deja marcar goles en el patio. La escena destila inocencia, pero también esperanza en un barrio diverso y golpeado por la vulnerabilidad social, donde la Fundació Barça impulsa programas como Escoles Sense Violència. Más tarde, visita también el Centre Cívic El Submarí, donde la fundación azulgrana impulsa Esport a la Comunitat, un proyecto con el objetivo de mejorar la calidad de vida de niños y familias a través de actividades socioeducativas y deportivas capaces de abrir oportunidades donde a menudo escasean. “Cuando era niño, la mayoría de las personas a las que les decía que quería ser futbolista, ni siquiera me escuchaban. En mi casa siempre me motivaron. Así que ahora me toca transmitir eso a los niños”, explica. Para Rashford, la colaboración solidaria no es ajena. Ya en Mánchester se enfrentó al gobierno británico para que los niños no pasasen hambre durante la pandemia. En él resuena la historia de su vida.
Cuando aterrizó cedido en Barcelona este verano —donde se siente “como en casa”—, Marta Segú, directora de la Fundació, se acercó a él para explicarle su trabajo. Rashford no dudó en participar, empezando primero por las escuelas. El futbolista inglés conoce en primera persona la importancia de esos espacios seguros. Los bancos de alimentos y los comedores sociales no eran ajenos a él y a su familia. “Sé lo que es pasar hambre”, confesó a la BBC. “Ayudar a la gente joven me motiva, son el futuro. Para mí es algo natural. Les motiva ver a alguien que, aunque sea de otro país, tiene un origen similar al suyo”, comparte en Ciutat Vella.
Visita Rashford a la Fundacio Barça. FC Barcelona.Rashford conoce en primera persona la importancia de esos espacios seguros. Creció entre Withington y Wythenshawe, dos suburbios del sur de Mánchester donde su madre, Melanie Maynard, de origen caribeño y trabajadora a jornada completa por el salario mínimo, sacaba adelante sola a Marcus y sus cuatro hermanos. El mejor consejo de su madre es que no tenga miedo. “Recuerdo que mi infancia fue divertida. Siempre fui feliz. Fue difícil, sí. Pero quizá más para mis hermanos, hermanas y madre. Ellos eran los que tenían la responsabilidad cuando yo era más joven, y se aseguraron de que siempre fuese feliz”, recuerda Marcus. “Pero no cambiaría nada: me ayudó a convertirme en la persona que soy hoy”, añade.
Muchas mañanas, Rashford llegaba al colegio un poco más tarde que sus compañeros: antes pasaba por el club del desayuno, un servicio en el Reino Unido para los niños que no pueden hacer esta primera comida en casa, y también dependía de las comidas subvencionadas del Estado. “Mi colegio en Inglaterra era bastante diverso. Crecí entendiendo que no todo el mundo es igual, pero que sí hay que tratarlos como tal”, recuerda el futbolista.
Visita Rashford a la Fundacio Barça. FC Barcelona.Su cuerpo, cubierto de tatuajes, es un mapa de su historia. En el brazo izquierdo lleva grabados los nombres de las personas más importantes de su vida; en el muslo derecho, los lugares donde creció junto a su madre y su abuela. Y en la cintura, la silueta de un niño jugando con un balón bajo un árbol que recuerda a las zonas de Northern Moor y Wysthenshawe. El compromiso de Rashford también abraza la lucha contra el racismo: lleva tatuado en el vientre el podio de los Juegos Olímpicos de México 1968, cuando Tommie Smith y John Carlos levantaron el puño, gesto del Black Power, y en la espalda, rostros como los de Nelson Mandela o Malcolm X.
En 2020, en plena pandemia, Rashford aprovechó su altavoz social ya como jugador de fútbol. Empezó en redes sociales una campaña para presionar al gobierno británico para que los menores de edad siguieran teniendo la oportunidad de acceso a comidas gratuitas no solo durante el periodo escolar, sino también en verano. Funcionó. Logró que Boris Johnson aceptase entregar comidas escolares de manera gratuita a 1,3 millones de niños durante aquel verano. Entre otras campañas y movimientos, también colaboró de manera activa con la organización benéfica FareShare, que lucha contra la pobreza alimentaria infantil. Su labor le valió en 2020 la distinción de Miembro de la Orden del Imperio Británico (MBE).
Su visita a Ciutat Vella no ha sido un gesto aislado, sino la continuidad natural de su historia personal y compromiso social que empezó en Mánchester para que lo niños no vivan lo que él pasó. “Creo que el verdadero resultado de esto es ver el cambio en la vida de los niños. Es necesario. Tengamos estas conexiones con los jóvenes para que puedan mantener sus sueños y aspirar a ser lo que quieran ser”, explica Rashford. Porque sabe que una oportunidad puede cambiar una vida. Él la tuvo.

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