Camps ya es un problema para Llorca

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Comentaba hace unos días un importante dirigente del PP que los partidos que funcionan son aquellos que cuidan a sus expresidentes. A juzgar por las palabras de Francisco Camps, que ayer enfatizó que Carlos Mazón le dio largas durante su mandato para no reunirse con él y que nadie le llamó por teléfono para invitarle a la investidura de Juanfran Pérez Llorca, no parece que el que expresident se haya sentido muy bien tratado por los suyos en los últimos años. Una brecha que amenaza con resquebrajar un partido que todavía tiene que asentar la transición tras la salida de Mazón y redefinir sus liderazgos con Llorca al frente.

El nuevo president apenas lleva unos días en el Palau, todavía no ha cogido las riendas orgánicas del PP, y ya tiene un duro opositor. “No soy un problema para el PP, en todo caso lo sería para algunos de sus dirigentes”, admitió ayer en un nuevo encuentro con los medios el propio. Un rival que conoce bien el partido, que no tiene reparos en considerarse el más preparado -”no hay nadie que tenga el recorrido político y vital que yo he tenido”- y que dispara con bala. Ayer calificó a Llorca como “la mano derecha de Mazón” y le recordó que es un secretario general que no fue elegido por los militantes en un congreso. 

Un cónclave como el que ahora reclama para que el partido vuelva a recuperar el apoyo electoral que tuvo cuando él lo presidía y logró tres mayorías absolutas hasta que el caso Gürtel se lo llevo por delante. Y es que Francisco Camps -que ayer evitó mencionar los problemas judiciales de los consellers que le acompañaron en sus gobiernos- se ha detenido en el tiempo y se muestra convencido que los 1,2 millones de valencianos que le votaron en 2011 todavía están y podrían volver a votarle sin que nada (ni el contexto político, ni el escenario multipartidista, ni siquiera el censo electoral) hubiera cambiado un ápice. Está convencido de que puede volver a lograr una mayoría absoluta que ninguna encuesta predice. Pero para ello hay que creérselo, insiste.

Más allá de hipótesis electorales y el optimismo desbordante que Camps predica -·realismo”, según él-, lo cierto es que el expresident se ha convertido en un problema para el nuevo inquilino del Palau que necesita tiempo y estabilidad orgánica en lo que queda de legislatura. Una paz interna que el exdirigente popular no le va a conceder: ha intensificado sus actos, ha creado equipos ya incluso para una hipotética campaña electoral y no tiene intención de rendirse. Y eso que es consciente, tal y como ayer reconocía, que sus propuestas no están siendo escuchadas por los miembros ni de la dirección nacional ni de la regional. Un vacío más que evidente que parece que alimenta sus ganas de hacerse ver.

Camps quiere un congreso donde incluso puedan votar simpatizantes

Por ello, Camps trata de presentarse como el candidato de la militancia. Reclama un congreso abierto, aunque admite que aceptaría ser nombrado candidato por la Junta Directiva Nacional, en el que puedan votar no solo los militantes al corriente de pago; también aquellos que hace tiempo que no pagan sus cuotas por haberse alejado del partido e incluso los simpatizantes. Una especie de primarias abiertas como las que ideó el PSPV en 2014 para elegir al candidato a la Generalitat Valenciana y que rápidamente cerró para comicios posteriores. 

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