14 gráficos para explicar los diez años del Acuerdo de París, el pacto climático que hoy sería imposible firmar

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“Siempre podrán decir que el 12 de diciembre de 2015 estaban en París”, comentó el entonces presidente francés François Hollande a los representantes de los casi 200 países presentes en la cumbre del clima de la ONU que acaban de cerrar el histórico acuerdo que rige los esfuerzos globales para que el calentamiento se frene y se quede dentro de los límites menos catastróficos. “Y podrán sentirse orgullosos ante sus hijos y sus nietos”.

El Acuerdo de París cumple hoy una década. El aniversario coincide con el peor momento de la lucha climática internacional desde, al menos, la firma de aquel pacto. De hecho, hoy sería impensable poder cerrar un acuerdo que contara con el consenso de todos los países del mundo, como ocurrió la mañana de aquel sábado 12 de diciembre en la capital francesa.

Celebración el 12 de diciembre de 2015 de la firma del Acuerdo de París en la cumbre del clima. De izquierda a derecha: Laurence Tubiana, Christiana Figueres, Ban Ki-moon, Laurent Fabius y François Hollande.C. P. TESSON (EFE)

EE UU y China, acompañados por una activa Unión Europea, fueron hace diez años determinantes para el éxito de su firma. La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca, acompañada del auge de la ultraderecha en muchas partes del planeta, han puesto hoy en el punto de mira la lucha contra el cambio climático, en parte como una pieza a abatir en su guerra cultural pero también como una forma de defender al poderoso sector de los combustibles fósiles, que se ve amenazado por el auge de las renovables y la movilidad eléctrica.

El objetivo principal del Acuerdo de París es que el aumento de la temperatura a final de este siglo se quede por debajo de los 2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales. Y en la medida de lo posible por debajo de los 1,5. Esta última meta cada vez parece más imposible de cumplir ante el retraso en la eliminación de los combustibles fósiles, principales causantes del cambio climático. Pero esa es la frontera fijada por los científicos para que los impactos del calentamiento no sean tan desastrosos. Para lograrlo todos los países firmantes del acuerdo se comprometen a reducir sus emisiones de efecto invernadero hasta hacerlas prácticamente desaparecer a partir de mediados de este siglo. Aunque cada nación es la que se autoimpone los recortes en los planes que presentan periódicamente a la ONU, conocidos por las siglas NDC.

París es voluntario, pero los recortes de emisiones son universales, es decir, todos los países que lo ratifiquen se comprometen a elaborar unas NDC que sumadas deben encaminar al mundo hacia el objetivo de los 2 y 1,5 grados.

El Acuerdo de París es un tratado que surgió de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMMUCC), de 1992, que dividía al mundo en dos: los países desarrollados y el resto. El primer intento de acuerdo fruto de la convención fue el Protocolo de Kioto, que fracasó y no puso coto a las emisiones.

Kioto sí fijaba recortes concretos para los países, pero solo para los desarrollados. Y, al final, prácticamente solo se comprometieron las naciones de la UE a esas reducciones. París nació sin que desde el acuerdo se establecieran objetivos de reducción de emisiones por país. A cambio, era universal: todos deben presentar planes de recorte. Fue la única forma de lograr el consenso para su firma.

194 países del mundo han ratificado el Acuerdo de París. Son prácticamente todos los del mundo, salvo Irán, Libia y Yemen. La segunda gran tanda de NDC se tenía que presentar este 2025, pero este complicado contexto internacional ha hecho que se hayan elaborado con retrasos. Y no todos han cumplido. En estos momentos, 122 países han enviado a Naciones Unidas sus NDC.

Sobre el papel, si se cumplieran todas esas promesas de la NDC, el calentamiento se quedaría en unos 2,5 grados Celsius, según las últimas estimaciones de la ONU. Pero ese cálculo está lleno de incertidumbres. Entre otras cosas, porque el segundo gran emisor del planeta, EE UU, ha renunciado a seguir dentro del Acuerdo de París.

Su salida será oficial a finales de enero de 2026. Aunque el anuncio de la retirada hace ya un año no ha provocado un efecto contagio, la lucha internacional contra el calentamiento y otros problemas medioambientales sí se está viendo afectada por la actitud agresiva de EE UU en diferentes foros.

La duda principal es cómo resistirá el Acuerdo de París la próxima década. De momento, esto es lo que ha ocurrido desde que se firmó hace diez años en 2015.

Causas

Las dos rondas de NDC presentadas hasta ahora bajo el marco de París establecen reducción de los gases de efecto invernadero para 2030 y para 2035. Pero, hasta ahora, lo cierto es que las emisiones globales prácticamente no han parado de crecer desde la firma en 2015 del Acuerdo de París a un ritmo anual de alrededor del 1,1%. Solo se produjo una caída en 2020 debido a la pandemia.

Si se observa lo ocurrido entre 1997 y 2015 el ritmo de aumento ha sido considerablemente menor, ya que en el periodo comprendido entre Kioto y París el crecimiento medio anual fue del 2,2%, el doble que el de ahora. En cualquier caso, a lo que realmente han estado ligadas las emisiones no ha sido a los tratados internacionales, sino al crecimiento económico, que fue algo menor en el periodo comprendido entre 2015 y 2024 que entre 1997 y 2015.

Romper esa relación directa entre emisiones y crecimiento es la misión principal. De hecho, 35 países del mundo lo han conseguido desde 2015: sus economías han crecido mientras disminuían sus emisiones. Entre ellos están la mayoría de los miembros de la UE —incluidas Alemania, Francia y España—, el Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Corea del Sur. En la década anterior, 2005-2014, fueron la mitad, 18.

Pero la clave de lo ocurrido con las emisiones globales en las últimas dos décadas y en gran medida de lo que ocurrirá en los próximos diez años es China, que se prevé que alcance su pico de gases en breve. Es es el principal emisor mundial, con el 30% de todos los gases en 2024. Le sigue, cada vez a más distancia, EE UU (11%), que sin embargo sigue siendo el principal responsable histórico del cambio climático. Luego están India (8%), la Unión Europea (6%) y Rusia (5%). Estas cinco economías juntas representan el 60% de todas las emisiones del mundo.

Por sectores de actividad, los que más contribuyen al calentamiento son, por este orden, el energético, la industria y el transporte. Todos tienen un elemento común: que están alimentados principalmente por los combustibles fósiles.

Esos combustibles son el carbón, el petróleo y el gas natural, cuyo uso no ha parado de crecer desde la Revolución Industrial, el momento que se toma como punto de referencia para el análisis del cambio climático. De todos, el que expulsa más dióxido de carbono (CO₂), el principal gas de efecto invernadero, es el carbón, seguido del petróleo y el gas natural.

Consecuencias

Cuando esos combustibles se queman para generar la energía para producir electricidad, alimentar las fábricas y mover los vehículos de combustión, liberan el CO₂. La mitad aproximadamente acaba en la atmósfera, la otra la atrapan los sumideros naturales: los bosques y el océano.

La acumulación en la atmósfera del CO₂ —responsable del 66% del calentamiento actual— alcanzó en 2024 las 423,9 partes por millón (ppm). Es un 52% más de los niveles preindustriales. Y desde que se firmó el Acuerdo de París ha crecido alrededor de un 5%.

En las últimas décadas el ritmo de esa acumulación se ha acelerado. De hecho, en 2024 se registró el mayor crecimiento interanual de la concentración de CO₂ al menos 80 años, debido a los combustibles fósiles, pero también a los incendios y la pérdida de capacidad de absorción de los sumideros naturales.

El metano —otro de los gases de efecto invernadero y que representa aproximadamente el 16% del calentamiento actual— alcanzó en 2024 las 1942 partes por billón (ppb), un 66% por encima de los niveles preindustriales. Además, la concentración del óxido nitroso, culpable de aproximadamente el 6% del calentamiento, llegó a las 338 ppb en 2024, un aumento del 25% con respecto al nivel preindustrial.

La consecuencia directa del aumento constante de la concentración de estos gases en el aire es el incremento de la temperatura en la superficie el planeta. Desde que se firmó el Acuerdo de París, los diez últimos años han sido los diez años más cálidos registrados en milenios. Las mediciones instrumentales tienen 175 años de antigüedad, pero los paleoclimatólogos, que emplean otros indicadores indirectos, sostienen que hay que retroceder varios milenios para encontrar un planeta tan cálido.

Hasta ahora, 2024 ha sido el año más cálido, seguido prácticamente empatados de 2023 y de este 2025 que está a punto de terminar, según los datos de la Organización Meteorológica Mundial y del sistema europeo Copernicus. 2024 fue el primer año en el que se superó puntualmente la barrera de los 1,5 grados que fijaba como umbral de seguridad el Acuerdo de París.

Pero el cambio climático no causa solo un aumento medio de las temperaturas, también está detrás del incremento que se está viviendo ya en la intensidad y en algunos casos la frecuencia de los fenómenos extremos, como las olas de calor, las inundaciones y los incendios.

Soluciones

El límite de los 1,5 grados Celsius se estableció, precisamente, para reducir al mínimo posible los efectos adversos del cambio climático. A partir de ese punto y con cada décima de calentamiento, los fenómenos meteorológicos extremos se vuelven más feroces y, como advierten los científicos, se empiezan a superar los puntos de inflexión que retroalimentan la crisis climática.

Desde hace años se da por seguro que el límite de los 1,5 se va a superar en las próximas décadas de forma estable, como informaba el IPCC —el gran panel científico que sienta las bases sobre el conocimiento sobre el cambio climático— en su última gran evaluación, rematada en 2023. La única puerta que se deja abierta para cumplir durante este siglo la meta más ambiciosa de París es el empleo de las inciertas técnicas para extraer el CO₂ del aire o las reducciones drásticas de las emisiones de metano, un gas que dura mucho menos en la atmósfera aunque tiene un gran poder de calentamiento.

Desde que se firmó el Acuerdo de París en 2015 el límite de los 1,5 grados se ha superado en varias ocasiones durante meses y, por primera vez en 2024, durante un año completo. Pero como el clima del planeta tiene fluctuaciones naturales al margen del proceso de cambio climático, la superación de los umbrales fijados en París debe ser estable, en periodos de 20 o 30 años. En cualquier caso, esa barrera del 1,5 se empezará a superar de forma estable a partir de la próxima década, según los últimos análisis científicos.

El problema, además, es que las NDC de los países llevarán, en el mejor de los escenarios de cumplimiento de las promesas de recorte de emisiones, a un calentamiento de alrededor de 2,5 grados. Por eso se debe acelerar la transformación para desengancharse de los combustibles fósiles.

Los últimos cálculos del área de cambio climático de la ONU apuntan a que las NDC actuales harán que las emisiones de efecto invernadero sean un 12% menores en 2035 tomando como base las de 2019. Pero para situarse en la senda del cumplimiento del objetivo del 1,5 esa caída debería ser del 60%. Y del 35% para la de los 2 grados.

También se puede intentar ver el vaso medio lleno, como hacía durante la última cumbre del clima, en Belém, Simon Stiell, el actual secretario general del área de cambio climático de la ONU. Recordó que, antes de que se firmara el Acuerdo de París, las previsiones apuntaban a que las emisiones aumentarían para 2035 entre un 20% y un 48%.

Gran parte de este cambio en la tendencia, todavía muy insuficiente y demasiado lento, está motivado por el auge de las energías renovables y la movilidad eléctrica, con un empuje muy fuerte desde China. El abaratamiento de los costes de los paneles y las baterías han sido el gran elemento con poder disruptivo en la década transcurrida desde el Acuerdo de París y, especialmente, en los últimos cinco años. Y ahora son, en estos tiempos inciertos, la principal esperanza.

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