Hay decisiones difíciles de entender. Pero otras son simplemente imposibles de explicar abierta y razonadamente. Es en este cajón que hay que situar la tomada por los socialistas respecto a quien debía competir por las siglas como cabeza de lista del PSOE en las próximas elecciones del próximo 21 de diciembre en Extremadura.
Resulta inaudito que una organización política renuncie siquiera a competir. Que no se esfuerce y dé lo mejor de sí para alcanzar los mejores resultados posibles. Pero así han actuado los socialistas en la comunidad extremeña.
La cuenta atrás hacia el escrutinio certifica cada día a través de las encuestas la intensidad del derrumbe del PSOE. De tal guisa que las dos únicas incertidumbres que sobrevuelan esos comicios son si el PP de la actual presidenta extremeña, María Guardiola, alcanza la mayoría absoluta o si va a necesitar rendir pleitesía a VOX y cambiar el discurso centrista que ha mantenido hasta la fecha para seguir ostentando el cargo. La otra incógnita es contar cuantos asientos pierde el PSOE en la asamblea extremeña. Cuanta carne atraviesa el puñal que el propio partido ha decidido clavarse.
No pasa cada día que un partido presente como candidato a un procesado por la justicia, como es el caso del socialista Miguel Ángel Gallardo. Menos común es todavía que ese procesado lo esté por un caso de enchufismo y amiguismo que implica al hermano del presidente del Gobierno, David Sánchez, también procesado. Y todavía menos que sólo veinticuatro horas antes de que se hiciera público su procesamiento, en una maniobra de lo más burda y torticera –que debería considerarse fraude de ley– protagonizara un escándalo para asegurarse el aforamiento que otorga el acta de diputado que él no tenía como presidente de la diputación de Badajoz. Recordemos: dimitió un diputado socialista de la asamblea extremeña y cuatro compañeros dejaron correr su turno para que la pelotita en forma de acta llegara a los pies de Miguel Ángel Gallardo. Una operación aforamiento en toda regla. Pornográfico y a la vista de todo el mundo.
Miguel Ángel Gallardo ayer en campaña en Badajoz
José Luis Real / EFEAñadamos tan solo que lo inexplicable no lo es porque no tenga explicación. Más bien sucede que no se quiere o no se pueden airear las razones verdaderas que han empujado a alguien a tomar una decisión. Cuando las preguntas no tienen respuesta el espacio vacío tiende a rellenarse con hipótesis. Unas más plausibles que otras. Desde luego querer explicar el desistimiento socialista en Extremadura, antaño un granero para sus siglas, como algo intencionado no tiene sentido alguno. Otras hipótesis, más comprometidas para el socialismo, obligan a construir un castillo de suposiciones que no son objeto de esta sección.
El caso extremeño, exagerado en forma y fondo, puede no ser el último. Dijo Pedro Sánchez después de la debacle autonómica y municipal de 2023 que tocaba rearmar territorialmente su partido. Nada de eso parece que haya sucedido. Es más que probable que el presidente aragonés, Jorge Azcón, convoque en las próximas horas también elecciones anticipadas en su comunidad. La candidata socialista, la ministra de educación y portavoz del gobierno, Pilar Alegría, tiene también malas cartas en esa partida. Como las tiene también la vicepresidenta y ministra de hacienda, María Jesús Montero, para cuando se confirme la fecha de los comicios andaluces.
Alguien muy mal pensado podría pensar que en realidad a Pedro Sánchez no le interesa más que el gobierno de España y que lo que acontezca con su partido a nivel territorial no es más que un asuntillo menor. Es más, ese alguien también podría pensar que una revalidación de gobiernos autonómicos a través de pactos PP-VOX puede resultarle de ayuda a Pedro Sánchez para hacer volver a hacer pie en el miedo a la ultraderecha en cuanto él se decida a convocar elecciones generales.
No hay ejercicio más seductor que explicar los hechos a través de argumentaciones sesudamente razonadas que pretenden asignar una estrategia a lo que no es más que un error. Y que un partido se rinda por adelantado en una contienda electoral –volvemos al caso de Extremadura– no es más que eso, un error garrafal. Como también lo es pensar que la promoción publicitaria y la notoriedad que uno consigue como ministro o ministra sirve para suplir las carencias estructurales que un partido puede acumular en las diferentes comunidades autónomas.

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