Transformado en un partido de estructura vertical, desdeñando el papel de los órganos federales y con un control directo de las designaciones de los candidatos en las principales autonomías, soslayando el papel tradicional de la militancia, el PSOE, sometido a los efectos nocivos de las sospechas de corrupción y conductas inmorales de algunos de sus exdirigentes, está más que nunca entregado a las capacidades de su líder, Pedro Sánchez, para intentar superar un escenario que se antoja enormemente complejo.
El partido, antaño ejemplo de codecisión compartida entre la dirección y las propias federaciones, con recursos humanos capaces de acompañar al líder y amortiguar las embestidas de la oposición, parece ahora víctima de una metamorfosis en la que ante cualquier crisis todas las miradas se dirigen al presidente. Parece como si todos estuvieran a la espera de que adopte una iniciativa capaz de sorprender a propios y extraños, casi como un ejercicio de prestidigitación, que permita, una vez más, superar la amenaza de derrumbe electoral que puede tener en las elecciones en Extremadura su primer ejemplo. Esto evidencia una anomalía orgánica con importantes implicaciones políticas e institucionales.
El presidente asume todo el peso de la crítica en un modelo de partido que puede erosionar al PSOE
Sánchez lo asume todo, la responsabilidad en la lamentable falta de reacción ante los casos de acoso sexual, la metodología para apartar a quienes han lacerado la credibilidad de la dirección del partido, de Cerdán a Ábalos, la apuesta por agotar la legislatura, a pesar de no disponer ya de la mayoría estable que le permitió alcanzar la presidencia, e incluso el combate cara a cara con los líderes de la derecha y la ultraderecha. Más allá del secretario general del PSOE ya no quedan apenas escuderos capaces de acompañar al líder, menos aún de cuestionarlo. Los nombramientos de candidatos en Extremadura, Madrid, Andalucía, la Comunidad Valenciana o Aragón le garantizan la lealtad necesaria en un modelo presidencialista, pero se exponen al riesgo de que la social-democracia española acabe
sufriendo derrotas duras en
las periferias con efecto directo en toda la organización ante
el combate general en el que
el PP y Vox amenazan con
iniciar un cambio de ciclo
político aderezado de políticas involucionistas.
Es lo que tienen los modelos orgánicos jerarquizados, que nunca fue el modelo del PSOE, pero que ya es tónica en la mayoría de fuerzas políticas en Europa, con las consecuencias ya conocidas en no pocas formaciones socialdemócratas. Sánchez parece que tiene a todo el partido a su lado, pero al mismo tiempo evidencia su soledad, pues esa es la consecuencia directa de esta tipología de modelo organizativo. Por eso es importante fijarse
en las elecciones extremeñas, porque puede suceder que sea el primer paso para que en algunas comunidades el socialismo se instale en la marginalidad, paso definitivo para que todo el modelo impuesto acabe cuestionado.

Hace 17 horas
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