La aparición del nombre de Ana Obregón nada menos que en la primera página del "New York Times" en su edición del pasado martes, relacionándola con Jeffrey Epstein, el multimillonario que acabó suicidándose tras sus escándalos como comprobado pedófilo, ha suscitado el interés mediático. Además de cuanto ya Libertad Digital ha informado al respecto, recogiendo las declaraciones de la actriz madrileña en el programa 'Y ahora Sonsoles' añadimos más datos acerca de la amistad que Ana sostuvo con el controvertido personaje.
Ana Obregón no quiso ejercer su carrera de Ciencias Biológicas, pues paralelamente a sus estudios siempre se sintió motivada para dedicarse a la profesión de actriz. En 1981 viajó a Nueva York con el objetivo de estudiar en el Instituto que dirigía el mítico Lee Strasberg. Deseaba ampliar sus conocimientos, después de haber intervenido en España en siete largometrajes.
No le fue fácil su estancia, los primeros meses en la capital de los rascacielos. Robert de Niro, a quien había tratado en Madrid tiempo atrás, se convirtió en su mejor ayuda. Y con él vivió una relación sentimental. Poco a poco encontró otras amistades, una de las cuales le presentó cierto día a Jeffrey Epstein. Éste, atraído por ella, concertó una primera cita. En su espectacular Rolls Royce la condujo a una discoteca de moda, "Xenon", donde iba a celebrarse un homenaje a Elizabeth Taylor.
Nuestra compatriota no salía de su asombro. De ser una completa desconocida en Nueva York accedía nada menos que a una fiesta en honor a una legendaria estrella. Y del brazo de un tiburón de Wall Street, multimillonario, considerado como dueño de una de las mayores fortunas. Obviamente la pareja fue objeto de la atención de los reporteros gráficos. Nunca Ana Obregón había vivido un evento así, frente a frente a Liz Taylor, admirando sus expresivos ojos de color violeta.
Pasamos por alto un incidente que le ocurrió esa noche. Por efectos de la bebida, inconsciente, acabó ingresada en un hospital. Cuando volvió en sí, al ser preguntada por quién podía ser avisado de su estancia ella misma se puso en contacto telefónico con Robert de Niro. Epstein, por su parte, sabedor de dónde se encontraba Ana, le envió su automóvil, una limusina conducida por Benjamín, su chófer. A estas alturas de su vida en Nueva York, Ana Obregón no tenía ni casa, ni ropa, ni nada. El tal Benjamín enfiló la Quinta Avenida hasta llegar a un suntuoso edificio, donde vivía Jeff Epstein.
Según propia confesión de Ana, "Jeff se convirtió en mi ángel de la guardia en Nueva York. Me alojó en su espectacular piso las dos semanas que tardé en encontrar un apartamento en el Village". Para pagarse sus gastos de estancia y manutención recurrió a buscar un trabajo; lo encontró en una pizzería en la calle Hudson. "Yo no iba a morirme nunca de hambre", se dijo. Y no recurrió a la ayuda dineraria de su rica familia.
Confesó años después recordando aquella época que "Jeff y yo nos hicimos inseparables". De vez en cuando le enviaba su limusina y el jefe de la pizzería alucinaba al ver a su empleada subirse a ella. Al margen, Ana seguía saliendo de vez en cuando con de Niro.
Jeff la invitó una tarde al cine. Fueron a ver "E.T. el extraterrestre", tras saltarse una larga cola para comprar la entrada. Ella encontró el modo de entrar enseguida a la sala simulando estar embarazada, tras introducirse bajo un jersey su chaqueta. Entusiasmada con la proyección, le dijo a Epstein que Steven Spielberg era su director favorito y que algún día trataría de hablar con él. Lo que más adelante, de manera ocasional, ocurrió y se hicieron muy amigos.
Epstein desapareció de la vida de Ana Obregón. Si compartieron o no la cama es asunto que nunca quiso confesar ella. En todo caso sí que dijo un día: "Yo nunca he estado enamorada de él".

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