El potencial de España frente al ‘trilema’ energético europeo

Hace 2 días 3

Esta jerga del trilema, usada habitualmente por los especialistas en energía o en regulación energética, no es palabrería hueca:piense el lector en una energía en la que falle cualquiera de esos principios por ser demasiado contaminante, demasiado cara o por insegura o inestable como en el celebre apagón en España (28/IV/2025). La autonomía energética parece relacionarse más estrechamente con el principio de seguridad de suministro, pero no es un concepto equivalente; en otras palabras, pueden existir sistemas energéticos con los que se logre un aprovisionamiento seguro de energía que sin embargo no sea autóctona en su totalidad, y viceversa. En todo caso, sea cual sea el grado de autonomía de Europa en materia energética, el suministro tiene que ser limpio, asequible y seguro al mismo tiempo.

Diagnóstico

La Comisión Europea publicó a finales del 2024 el documento titulado La energía de la UE en cifras en el que, con los datos más recientes de Eurostat, se observa que un 68,8% de la energía primaria total consumida en la Unión es de origen fósil (gas natural, petróleo y carbón), un 18,4% es de origen renovable (hidroeléctrica, solar, eólica y biocombustibles), y un 11,5% es de origen nuclear, con una fracción residual procedente de otras fuentes. De toda esta energía, la mayor parte, un 64,4%, procede del exterior de las fronteras de la UE, y esta dependencia viene creciendo de manera paulatina desde 1990, cuando la dependencia del exterior era de poco más de un 50%. Una situación que se explica por la escasa producción de gas, petróleo y carbón en el territorio de la UE, y la necesidad de cubrir la demanda de estas energías a través de importaciones. La realidad es que el aprovisionamiento de energía primaria de la UE es muy dependiente del exterior.

Históricamente, Rusia ha sido el principal proveedor de energía para la UE, suministrando carbón desde el 2008, petróleo desde 1996 y gas natural desde al menos 1990. En cuanto al consumo de energía final, un 35,3% proviene del petróleo y sus derivados, un 22,1% de la electricidad y un 19,7% del gas natural, totalizando estos tres sumandos algo menos de un 80% del consumo total. En otras palabras, la electricidad solo cubre una quinta parte de la demanda de energía final de la UE.

A la vista de estos datos, se puede afirmar que la independencia energética europea no ha mejorado, sino al contrario, a pesar de los esfuerzos que está realizando la UE para descarbonizar su sistema energético, liderar la lucha contra el calentamiento global y el avance en el uso de energías de bajas emisiones autóctonas (como la electricidad de fuentes renovables y los biocombustibles).

Una torre eléctrica, a 12 de noviembre de 2021, en Madrid, (España). El Índice de Precios de Consumo (IPC) subió un 1,8% en octubre en relación al mes anterior y disparó su tasa interanual hasta el 5,4%, casi 1,5 puntos por encima de la tasa de septiembre y su nivel más alto en 29 años, debido el encarecimiento de la electricidad y de las gasolinas. Con el dato interanual de octubre, el más elevado desde septiembre de 1992, el IPC encadena su décima tasa positiva consecutiva. 12 NOVIEMBRE 2021;ELECTRICIDAD;PETROLEO;GASOLINAS;GASOLEO;CARBURANTE;LUZ;ELÉCTRICA Eduardo Parra / Europa Press 12/11/2021

Europa sigue siendo dependiente de la gran cantidad de energía fósil que requiere importar para todo tipo de fines, incluido el energético, 

Eduardo Parra / EP

Esto no significa que las energías libres en emisiones no hayan contribuido a la independencia energética de la UE, porque sí lo han hecho. Pero la caída combinada de la producción autóctona de carbón, petróleo, gas y energía nuclear desde 1990 ha tenido un mayor impacto, ya que no ha sido completamente compensada por el crecimiento de las energías descarbonizadas o de bajas emisiones. Como resultado, la UE es ahora una región menos autónoma en términos energéticos.

La UE ha dado prioridad a la energía sin emisiones frente a los otros dos principios de la política energética. Esto no solo ha llevado a una energía más costosa y menos segura, sin lograr una mayor autonomía energética, sino que incluso el beneficio para el clima es cuestionable. Sobre todo porque parte de la industria europea se está trasladando a otros países donde las normas medioambientales son más laxas.    En otras palabras, la UE ha exportado parte de sus emisiones de gases invernadero fuera de sus fronteras.

Tener menos autonomía energética significa que la UE depende más del exterior para cubrir sus necesidades de energía. Esto nos sitúa en una posición de debilidad frente a otras potencias extranjeras a la hora de hacer valer nuestros intereses.

Recomendaciones

¿Cómo se puede mejorar la autonomía energética de Europa? Un elemento clave es reducir la dependencia de las importaciones. Esto se puede lograr de dos maneras: por un lado, disminuyendo la demanda de energía mediante el ahorro y la eficiencia energética; y por otro, aumentando la producción de energía local, ya sea de fuentes fósiles o no fósiles. Una receta clara, que debe basarse en los principios de neutralidad tecnológica y pragmatismo, buscando un equilibrio razonable en el trilema de la política energética. La neutralidad tecnológica implica no favorecer una estrategia con un sesgo ideológico, como priorizar la electrificación sobre otras soluciones igualmente efectivas en términos ambientales, si estas aseguran un suministro de energía más asequible y seguro.

Energias fósiles

Dado que hoy dependemos mucho de las importaciones de energías fósiles, un posible paso en la mejora de la autonomía energética es fomentar la producción local de tales energías. Actualmente, las tecnologías de captura, uso y almacenamiento de CO2 (CCUS de Carbon Capture, Utilization and Storage) permiten aprovechar estos recursos, especialmente el carbón y gas natural (y también la biomasa), sin las emisiones asociadas a su combustión. Por ejemplo, en Estados Unidos, empresas como Chevron están desarrollando proyectos para satisfacer la creciente demanda de electricidad de los centros de datos necesarios para la IA, utilizando tecnologías a través de ciclos combinados de gas natural hibridados con tecnologías CCUS.

El petróleo y el gas pueden jugar un papel que permita modular el coste de la transición hacia un sistema energético menos intensivo en emisiones de gases de efecto invernadero. Mantener la infraestructura de gas y la capacidad de refino de petróleo mejora la autonomía energética y la seguridad de suministro, como vimos en el 2022 con el estallido de la guerra de Ucrania. Durante los primeros meses del conflicto, España, con su excelente infraestructura para el manejo del gas natural, fue la envidia de Europa por la seguridad de suministro de gas natural licuado (GNL) al ser capaz de diversificar los orígenes del gas. Además, esta infraestructura permite utilizar el gas natural como tecnología de respaldo de las renovables, complementando a la hidroelectricidad, lo que a su vez permite aspirar a objetivos de capacidad más ambiciosos para las renovables.

Equilibrar razonablemente tecnologías convencionales y nuevas permite enfrentar la incertidumbre de la demanda y reducir la volatilidad de precios del aprovisionamiento energético

El gas natural es una energía primaria de transición porque reduce las emisiones de gases invernadero frente al carbón, por su menor factor de emisión y mayor eficiencia en generación termoeléctrica, y porque si se combina con la captura y almacenamiento de carbono, su impacto en el clima puede reducirse aún más. Esta misma infraestructura de gas, unida al gran potencial de producción de biogás de la UE, permite plantear objetivos también ambiciosos para el biogás, otra fuente de energía primaria autóctona. Y además, puede adaptarse para desplegar a más largo plazo otras soluciones de bajo carbono como el hidrógeno, que puede mezclarse con gas natural en una proporción de hasta un 10%-20% en volumen. El hidrógeno de bajo carbono puede obtenerse a su vez a partir de electricidad renovable o nuclear, o de gas natural con captura de CO2. Se trata nuevamente de aprovechar todas las opciones de fuentes y tecnologías de energía limpia o con bajas emisiones.

Refino y petroquímica

La industria del refino de petróleo y la petroquímica, al igual que el gas, aprovechan la infraestructura ya existente para reducir riesgos e impulsar la transición energética. Estos sectores deberían jugar un papel importante en un sistema energético europeo en transición. Más allá de suministrar combustibles para el transporte y productos químicos (hoy en día, en Europa, un 97% de la movilidad de personas y mercancías y un 50% de las materias primas que alimentan al sector químico se producen en refinerías), también pueden pasar a producir materiales de la economía circular y biocombustibles a partir de biomasa, plástico reciclado o residuos, y combustibles sintéticos a partir de CO2 e hidrógeno.

Equilibrar tecnologías convencionales y nuevas permite enfrentar la incertidumbre de la demanda y reducir la volatilidad de precios del aprovisionamiento energético, al mismo tiempo que se protege un empleo industrial de calidad. Y, por otra parte, es importante remarcar que en Europa han cerrado 24 refinerías en pocos años, de las más de 100 que existían, hasta el punto de que también somos dependientes de la importación de combustibles, muchos de ellos procedentes de Rusia, que siguen llegando por canales ilícitos a pesar de las prohibiciones.

Producción autónoma de energía no fósil

En el párrafo anterior sobre el refino ya mencionamos otra forma de mejorar la autonomía energética europea: aumentar la producción autóctona de energía no fósil. Así, además de los procesos industriales que pueden permitirnos producir combustibles descarbonizados, debemos apostar por la generación eléctrica descarbonizada, incluida la nuclear y la renovable. La innovación será clave para desplegar masivamente estas tecnologías de generación de energía autóctona, ya que lo que tenemos disponible en el mercado hoy en día no es suficiente para alcanzar la neutralidad en emisiones en el 2050, y mucho menos para inicial la carrera de las emisiones negativas a partir de esa fecha.

El debate sobre la energía nuclear está de plena actualidad y para lograr una mayor autonomía energética es recomendable mantener y, si es posible, aumentar la capacidad existente. Para ello, la tecnología de reactores modulares compactos es una de las más prometedoras en el ámbito de la fisión nuclear, aunque no la única, quedando la fusión como una solución de largo plazo cuando la investigación haga posible su explotación comercial.

Las renovables

Además, es importante aumentar gradualmente la capacidad de energía renovable, ya sea solar, eólica, hidráulica, geotérmica o de cualquier otro tipo. Sabemos que algunas tecnologías de generación eléctrica renovable, en especial la solar fotovoltaica, presentan ciertos retos de integración en los sistemas eléctricos donde su penetración es grande, por la dificultad creciente de casar las curvas de oferta y demanda. Para facilitar la instalación de más megavatios de estas tecnologías en mercados maduros, como el ibérico, es necesario acompañar su despliegue con inversiones en redes, capacidad hidroeléctrica de respaldo −incluidos los bombeos−, ciclos combinados de gas, almacenamiento de electricidad en baterías, una mayor interconexión entre los sistemas eléctricos nacionales, y sistemas inteligentes de gestión de la demanda.

Es necesario implementar políticas que eliminen las barreras para la explotación y el refino de minerales en la UE y que promuevan el reciclaje de baterías y otras aplicaciones

Por otro lado, aumentar la capacidad de algunas tecnologías no emisoras, en especial las baterías, está fuertemente expuesto al riesgo de aprovisionamiento de minerales críticos para la transición energética. Hay que recordar que China ha tomado la delantera en este aspecto, asegurándose el suministro de minerales y concentrando la mayor parte de la capacidad de transformación de mineral en materiales y componentes necesarios para el despliegue de dichas tecnologías en su territorio.

Esto nos lleva a la conclusión de que Europa también debe proteger su autonomía estratégica en el ámbito de los minerales críticos. Para lograrlo, es necesario implementar políticas que eliminen las barreras para la explotación y el refino de minerales en la UE, y que promuevan el reciclaje de baterías y otras aplicaciones que contengan elementos químicos estratégicos, no solo para la transición energética, sino también para la transición digital y la defensa.

El potencial de España

En esta carrera hacia la autonomía energética hay países de la UE que parten con ventaja por su potencial para desarrollar energías autóctonas, y España es uno de ellos. En energías primarias, España es rica y competitiva en recurso solar, eólico e hidroeléctrico, y cuenta con un parque de generación nuclear de potencia significativa cuyo calendario de cierre debería revisarse. Nuestro país debería aspirar a aumentar gradualmente la capacidad de energías renovables, con un especial énfasis en la capacidad de bombeo hidráulico (cuando se genera un exceso de electricidad en un embalse, se usa ese excedente para bombear agua a otro embalse situado a una cota más alta, agua que luego, cuando suba la demanda se puede dejar caer para generar más electricidad), y los promotores de estas tecnologías deberían recibir incentivos suficientes para desplegarla.

Los bombeos deben facilitar una mayor penetración de la producción renovable, pero España tiene además una infraestructura potente para el manejo del gas natural, que incluye las terminales de regasificación y numerosas plantas de ciclo combinado que cumplen el mismo propósito que los bombeos de servir como capacidad de respaldo, cuya disponibilidad hay que incentivar.

Cómo llega el gas de Argelia a España y Portugal

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LV

Esta ventaja competitiva de España en generación renovable se traduce en los menores costes de producción de hidrógeno verde de toda la UE, lo que debería situar a nuestro país como polo continental de su desarrollo.

El potencial de producción de biogás de España, ligado a una potente industria agroalimentaria, también es muy relevante y está hoy poco explotado. Pero su desarrollo está siendo frenado por un fenómeno de contestación social bien organizado, fundado en razones variadas y complejas que se deben abordar con transparencia y buenas prácticas de planificación, diseño de plantas y comunicación a la sociedad.

Por otro lado, aunque España es pobre en recursos petroleros, cuenta con una potente industria de refino de petróleo, muy competitiva en Europa. Esto sitúa al país en una posición privilegiada para desarrollar capacidades de fabricación de biocombustibles y productos de economía circular como el metanol o los combustibles sintéticos.

En contraste con la falta de recursos petroleros, España tiene una gran riqueza minera, destacada en la UE, gracias a su diversidad geológica. Hay recursos de flúor, tántalo, wolframio o tungsteno, cobre, estroncio, litio, níquel y tierras raras, todos ellos con minas en explotación o en proyecto.

En resumen, si España dispusiese de una planificación energética basada en sus fortalezas y en su excelente infraestructura de aprovisionamiento de energía, podría contribuir decisivamente a la autonomía energética de la UE.

Dos grandes urgencias

Por último, es importante destacar que la culminación del mercado interior de la energía de la UE es una tarea urgente, ya que ayudará a implementar muchas de las recomendaciones mencionadas. Al mismo tiempo, también es necesario actuar rápido en el ámbito regulatorio para que los agentes económicos reciban los incentivos adecuados para llevar a cabo dichas recomendaciones.

Afortunadamente, tras el Informe Draghi, las autoridades de la UE se han puesto manos a la obra. Esperemos que este esfuerzo cristalice en un sistema energético que no solo sea menos intensivo en emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también ofrezca un suministro de energía más seguro y asequible, permitiendo así que la economía europea recupere su competitividad.

Mariano Marzo Carpio es catedrático emérito de la Universidad de Barcelona (facultad de Ciencias de la Tierra).

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