Circunspecto y haciendo de tripas corazón, el canciller de Alemania, Friedrich Merz, compareció en la madrugada del viernes ante la prensa en Bruselas intentando presentar como un logro suyo el acuerdo de la UE para emitir eurobonos con los que financiar a Ucrania en vez de recurrir a activos rusos congelados para avalar el préstamo, método este que él defendía.
“Tal como yo solicité, se le concede a Ucrania un préstamo de 90.000 millones de euros sin intereses”, afirmó Merz, agarrándose al argumento de que, como lo acordado es que Kyiv no tenga que devolver el préstamo hasta que Rusia le haya pagado reparaciones de guerra, “si Rusia no paga las reparaciones, utilizaremos los activos rusos inmovilizados para devolver el préstamo, en plena conformidad con el derecho internacional”.
En el contexto de su voluntad general de dotar a Alemania de un rol de liderazgo europeo en la defensa de Ucrania y del continente, Friedrich Merz se había posicionado como el principal defensor del complejo proyecto de la UE para reabastecer las arcas ucranianas con un préstamo de 210.000 millones de euros en activos rusos congelados. La decisión adoptada en la madrugada del viernes de que el préstamo se financie con deuda conjunta avalada por el margen del presupuesto comunitario dista de ser lo que Merz deseaba.
Sin embargo, ahora toca apuntarse la decisión como un tanto propio haciendo piruetas. “Quería evitar que los Estados miembros y la Unión Europea se endeudaran ahora –arguye ahora el canciller alemán–. Estamos realizando un pago anticipado, pero está garantizado con activos rusos, que están inmovilizados a largo plazo. Y solo se liberarán una vez que se haya reembolsado este préstamo, ya sea mediante reparaciones de Rusia o mediante el acceso a estos activos, logrando así exactamente lo que quería: acceso a activos rusos para financiar la guerra contra Rusia y la defensa contra Rusia”.
Frente a la derrota alemana, del Consejo Europeo de jueves y viernes emerge como gran vencedor el primer ministro belga, Bart De Wever, quien rechazaba el proyecto por temor a represalias de Putin, ya que el grueso de los activos rusos inmovilizados se halla en Bélgica; son 185.000 millones de euros depositados en la firma de servicios financieros belga Euroclear.
A principios de diciembre, Merz incluso canceló un viaje a Oslo para visitar a De Wever en Bruselas junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen –la otra derrotada–, para intentar convencerle de aceptar esa vía. Sin éxito, como se ha visto.
El fracaso del plan erosiona el liderazgo europeo que Friedrich Merz propugna para Alemania. El pasado lunes en Berlín, durante la negociación de alto nivel a la que asistieron el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski; emisarios de Donald Trump; y líderes europeos, Merz planteó el asunto en términos de terrible quebranto para la UE.
“No nos engañemos. Si no lo logramos, la capacidad de acción de la Unión Europea se verá gravemente dañada durante años, o incluso más”, advirtió ese día, quizá envalentonado por el éxito de haber logrado congregar en Berlín a los emisarios del presidente estadounidense y a varios líderes europeos y de instituciones de la UE. En Bruselas luego pasaron otras cosas.

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