403 kilómetros tiene la carretera que une Soria y Plasencia, pasando por Segovia y Ávila hasta el extremeño valle del Jerte. Visitar todos los lugares que surca es imposible, pero en un par de días bien aprovechados se puede recorrer entera haciendo 10 paradas calientes, que en esta época del año se agradecen.
Paradas para probar los mejores torreznos del mundo, ver cómo dan forma al hierro en una forja artística y al cobre en un martinete hidráulico y caminar hasta parajes difíciles de creer, como el monasterio del Risco, en la sierra de Ávila, o la Garganta de los Infiernos, en el valle del Jerte. Aunque los primeros 66 kilómetros, hasta San Esteban de Gormaz (Soria), se hacen por la carretera N-120, la protagonista de esta ruta es la N-110, que continúa hasta Plasencia bordeando las sierras de Ayllón, de Guadarrama y de Gredos. Pocas carreteras hay en España con mejores vistas, con más historia, más románico y más cosas ricas a mano.
1. Desayuno en Calatañazor
A los 20 minutos de salir de la capital soriana, se llega a la Venta Nueva, que está abierta desde las seis de la mañana y donde, a las 8.30, empiezan ya a servir torreznos. También venden mantequilla dulce de Soria y pastas de la pastelería artesana Mogui, de Vinuesa. Desayunando así de bien, casi se puede pasear en manga corta por Calatañazor, que es un pueblo bonito a rabiar, puramente medieval, de calles empedradas y casas de entramado de madera de sabina. “En Calatañazor perdió Almanzor el tambor”: un busto de al-Mansur bi-llah, el Victorioso por Alá, recuerda que, según los cristianos, fue derrotado aquí hace 1023 años, aunque parece que fue ayer.
El pueblo de Calatañazor, en la provincia de Soria.Andrés CamposCerca se encuentran el sabinar de Calatañazor, cuyos árboles milenarios fueron testigos de la legendaria batalla, y la Fuentona de Muriel, donde el río Abión surge de una de las cavidades subacuáticas más hondas de España, como la lágrima helada de un inmenso ojo verde.
2. Los mejores torreznos
Para torreznos ricos, los que hacen en el bar-restaurante Antonio, en San Esteban de Gormaz, que ganó el campeonato mundial del asunto en 2023 y ha sido finalista en 2024 y 2025. Hay que darse prisa porque Vicente de Vicente, el amo y cocinero, se va a jubilar pronto.
Vicente de Vicente y sus torreznos del bar-restaurante Antonio, en San Esteban de Gormaz.Andrés CamposOtra cosa que hacen mejor que nadie en esta localidad soriana son las iglesias románicas porticadas. Al menos, nadie las había hecho hasta que construyeron aquí en 1081 la de San Miguel, en cuyo pórtico hay labrados, en los capiteles, individuos con turbante y caftán, alcazabas musulmanas, pavos reales, elefantes, camellos, danzarinas desnudas... Y otra antigüedad increíble es el puente de 16 ojos sobre el Duero, un puente tan largo —225 metros— y estrecho —solo 8—, que obliga a los conductores a esperar largo rato para cruzarlo en una u otra dirección. Mientras aguardan en la margen derecha, se entretienen contemplando en una pared cercana un gran mural en el que se ve a un caballero con casco, cofia de malla y una pluma en la mano y se lee aquello que dice el Cantar de Mío Cid, que “San Estevan” es “una buena cipdad”. Y es que muchos creen aquí que el anónimo cantar de gesta fue obra de un sanestebeño.
3. Forja artística en Ayllón
Nada más pasar el cementerio de Ayllón —primer pueblo segoviano de esta ruta—, se descubre a mano izquierda el antiguo convento de San Francisco, actualmente en manos privadas con el nombre de Los Claustros, donde se han casado, entre otros, David Bisbal con Rosanna Zanetti y Dani Carvajal con Daphne Cañizares. Aquí también se grabó en 2021 el programa Celebrity Bake Off España. El lugar siempre fue un imán de famosos. Lo fundó en 1214 san Francisco de Asís. Y en su hospedería pernoctó, allá por 1581, la santa andariega Teresa de Jesús.
Para regalar en una boda, que es para lo que hoy más se usa el convento, son perfectas las coquetísimas obras de hierro (caracoles, rosas, zapatos de tacón…) que elabora el maestro forjador Francisco Iglesias, cuyo taller se encuentra justo enfrente, al otro lado de la carretera. Para verlo en acción hay que llamar con antelación (609 59 17 57). Encargarle algo ya es más difícil, porque, según dice, últimamente no da abasto.
4. Patatas fritas Las Damas, el pan de Riaza
La segoviana Riaza (kilómetro 115 de la N-110) es uno de los Pueblos Gastronómicos de España, donde mejor se zampa. Pero hay dos cosas de comer que los riazanos no cuentan alegremente a los forasteros: dónde llenan en otoño sus cestas de hermosos Boletus edulis y lo buenas que están las patatas fritas Las Damas. José Francisco Vicente, que lleva haciéndolas desde los 5 años y ahora tiene 54, dice que el secreto está en el corte, que varía a lo largo del año. Las patatas nuevas, la agrias del Campo de Cartagena (Región de Murcia), las corta más finas. Y las que va trayendo de Sevilla, Córdoba, Salamanca y Valladolid, según avanza la temporada patatera, más gruesas... Bueno, en el corte y en dejar que se oreen 24 horas una vez fritas, antes de envasarlas. El resultado es una patata frita gordita y consistente, que en Riaza usan para empujar, para rebañar y para mojar, como el pan. Están tan viciados los vecinos que cuesta encontrarlas en supermercados y gasolineras, porque vuelan. Lo suyo es ir al laboratorio, donde cada mañana fríen hasta 800 kilos y es difícil que se acaben. Abren todos los días hasta las 14.00, en el número 24 de la calle Damas.
5. El martinete de Navafría
El martinete de Navafría (Segovia).Andrés CamposUna fragua de Vulcano con un martillo de forja gigante, que ni el propio dios, con la ayuda de Thor, podría blandir. Eso es lo que se descubre en Navafría (kilómetro 162 de la N-110): un martinete o mazo para batir cobre con una cabeza de hierro de 280 kilos y el tronco de un pino silvestre maduro como mango que puede golpear el metal candente hasta 200 veces por minuto impulsado por una rueda hidráulica grande como la de un vapor del Mississippi, la cual es movida a su vez por las aguas del Cega, río que en lugar de caimanes tiene truchas. Y producía cacerolas de cobre hasta que murió en 1997 Victoriano Abán, el último que las hacía en Europa. Pero el martinete se conserva en perfecto estado y se enseña por cinco euros a quien llama con antelación a la Oficina de Turismo de Navafría.
Si después de ver este prodigio el visitante se acerca al área recreativa del Chorro —a 10 minutos en coche, valle arriba—, y camina media hora por la ruta señalizada ROI 03, llegará frente a otro: la cascada de 60 metros que forma el arroyo del Chorro poco antes de que se lo beba el Cega.
6. La Risca de Valdeprados
Pasada la ciudad de Segovia, la carretera N-110 avanza entre desnudas sementeras, llevando a la izquierda la sierra de la Mujer Muerta, una estribación fantasmal de la del Guadarrama que se va volviendo más corpórea, más real, a medida que la cubre el blanco sudario de la nieve. En el kilómetro 212 está señalizado el desvío al bonito y sereno pueblo de Valdeprados. Y, en la calle Camino de las Minas de esta localidad, un panel informativo señala la ruta de la Risca del río Moros. Es un paseo de cinco kilómetros y dos horas de duración —ida y vuelta por el mismo camino—, que permite asomarse al pequeño pero asombroso cañón donde el río Moros corre encajonado entre paredones de gneis de 40 metros de altura y sobrevolado por aviones roqueros, milanos reales y águilas imperiales. Para entrar aún más en calor, después de la caminata se puede comer en Taberna Tomasa, en Valdeprados: croquetas, migas extremeñas, cocido, alubias con sacramentos, lengua estofada, oreja guisada...
7. De Amavida al monasterio del Risco
Las ruinas del monasterio del Risco.Andrés CamposEn el kilómetro 288 de la N-100, en el abulense Valle Amblés, hay un pueblecito de nombre precioso y alentador, Amavida, y una ruta senderista que lleva en una hora y media desde esta villa hasta el monasterio del Risco, que no parece que fuera un sitio escogido por amantes de la vida, sino todo lo contrario. Encaramado como está desde 1504 en la cresta pelada y peñascosa de la sierra de Ávila, a 1.600 metros de altura, cuesta creer que en este páramo los agustinos tuvieran iglesia, claustro, residencia, hospedería para peregrinos, establos, almacenes, canales, caminos, terrazas de cultivo y 5.000 ovejas que trashumaban a las dehesas extremeñas porque no había bicho viviente que aguantara en invierno, salvo ellos. De todo aquello solo quedan tres arcos y el campanario, que era lo más nuevo, de 1776. Aunque se puede subir a él, no merece la pena porque se ve lo mismo desde las peñas que hay detrás. Se ve todo el Valle Amblés, con las sierras de la Paramera y Serrota enfrente y, al pie del Pico Zapatero, el castro de Ulaca, el más importante de los vetones, que eran otros espartanos de aúpa.
8. Judías y chocolate de El Barco de Ávila
Vista del río Tormes y castillo de El Barco de Ávila.Andrés CamposEl Barco de Ávila (kilómetro 335 de la ruta) es buen lugar para llenar el maletero y el estómago de cosas ricas. Las famosas judías de El Barco de Ávila, las auténticas, con Indicación Geográfica Protegida, las venden en Legumbres Coronado y en Herederos de Felipe Moreno. El chocolate y, en esta época, el turrón de eso mismo son otras compras idóneas. El Barco Delice y El Canario, las dos marcas de Gredos Alimentaria, se elaboran desde 1905. Para comer in situ, está el restaurante LY.2. Está siempre a tope y los que saben, aparte de reservar, piden las judías con carrilleras y boletus, el salmón macerado con cítricos, mango, sorbete de wasabi y sopilla de chocolate blanco y yuzu, y de postre, la torrija caramelizada con salsa de vino especiado y helado de canela. Está en el kilómetro 337 de la N-110 y, después de comer, se puede bajar dando un garbeo de 10 minutos hasta el puente medieval sobre el Tormes, para ver el castillo de El Barco de Ávila reflejándose sobre las aguas.
9. Las marmitas de gigante del valle del Jerte
La Garganta de los Infiernos, en el Valle del Jerte (Cáceres).Andrés CamposEn verano, la Garganta de los Infiernos tiene poco de infernal. En el paraje de Los Pilones, el agua tumultuosa ha esculpido en el granito unas pozas inmensas, con fantásticas formas y pulimentos, que se encadenan a lo largo de 200 metros, formando un tobogán por el que multitud de bañistas se deslizan como si esto fuera un parque acuático cuando el calor aprieta. En otoño e invierno, cuando la garganta baja a tope de agua, sí que parece un infierno, con las marmitas de gigante —así llaman los geólogos a las pozas— borboteando ruidosamente. Hay un centro de interpretación a medio camino entre Jerte y Cabezuela del Valle, en el kilómetro 368 de la N-110, donde arranca una senda señalizada que se adentra en la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos y que lleva en una hora hasta el paraje de Los Pilones, el infierno invernal del valle del Jerte. Para aparcar en el punto de partida hay que pagar en verano. Ahora, no.
10. Brindis final en el Parador de Plasencia
La bodega gótica del Parador de Plasencia.Andrés CamposPara muchos, la joya del Parador de Plasencia —instalado en el que fue convento de San Vicente Ferrer, del siglo XV y reformado en el XVI— es la escalera volada de granito, que descansa su inmenso peso en las paredes laterales del edificio, sin columnas ni pilares. Esta escalera milagrosa, flotante, es un trasunto de la de Jacob, por la que los ángeles ascendían al cielo y descendían a la tierra. Para los que vienen de recorrer la N-110, en cambio, la joya del hotel y de Plasencia es la antigua bodega de los frailes dominicos, que ahora es un chill-out gótico, un bar de noche ideal para celebrar tomando algo todo lo que han visto, comido y caminado. Abre todos los días, menos los lunes y domingos, de 10.30 a 1.30, y hasta las 2.30 los sábados.

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