Cómo llego María Corina Machado a Oslo tras salir disfrazada de su escondite en Caracas

Hace 1 día 1

El viaje de ida fue difícil y peligroso. El de vuelta tal vez no, o eso es lo que ella espera.

María Corina Machado, de 58 años, líder de la oposición venezolana al régimen de Nicolás Maduro, no aterrizó a tiempo en Oslo el miércoles para recoger el premio Nobel de la Paz . La huida desde la clandestinidad, por tierra, mar y aire, camuflada con un disfraz y una peluca, resultó arriesgada y compleja. Habría sido imposible de llegar a buen puerto sin la colaboración de Estados Unidos, como reconoció ella desde la capital noruega.

Ya en la capital noruega pudo darse un baño de multitudes, recibir parabienes y hablar con tranquilidad para la prensa, nada de llamadas clandestinas como ha ocurrido durante algo más de un año.

Ante los periodistas elogió el esfuerzo que está haciendo el presidente Donald Trump para acabar con el chavismo. Machado remarcó que debe volver a su país con el Nobel, esté o no Maduro, para ofrecer su reconocimiento en la lucha por la paz. Pero sabe que será mejor sin el gobernante, porque los riesgos del trayecto son enormes, como comprobó en este viaje a la Europa nórdica.

Quería salir y estar en Oslo para que arreciara la crítica y la confrontación entre Trump y Maduro. La ruta de Machado, que trató de transformar su imagen habitual para camuflase, arrancó a primera hora de la tarde del lunes en Caracas con la intención de estar el miércoles en Oslo para la ceremonia. Se retrasó.

Ese camino empezó en una zona residencial de la capital venezolana, en un edificio de la diplomacia de Argentina, en la que ha estado oculta tras la elecciones del 2024 y el presunto pucherazo de Maduro. Su primer destino era un pueblo costero donde le esperaba una barca.

Según avanzó The Wall Street Journal, Machado y dos acompañantes (en Oslo estaban con ella Magalli Meda y Pedro Urruchurtu) que la ayudaron a escapar, pasaron diez horas de mucha tensión por una decena de puntos de control en los que lograron evitar la captura. Entraron en una localidad costera a medianoche.

Descansaron unas horas antes de la nueva etapa y, tal como está la situación, la de más riesgo. Tenían que adentrarse con una embarcación por el Caribe, aguas que se han convertido en territorio de operaciones del ejército estadounidense a la caza de narcolanchas. El destino era Curasao.

Machado y sus acompañantes se subieron al pesquero sobre las cinco horas del martes. Había un fuerte viento y un mar agitado. Hacía dos meses que preparaban la ruta con una red de venezolanos que han facilitado la huida de otros ciudadanos.

Pero tuvieron que hacer una llamada importante previamente a esa navegación. Contactaron con Estados Unidos para advertir a su ejército que los ocupantes de esa embarcación eran quienes eran y unos supuestos narcoterroristas que han sido el objetivo de 22 ataques desde septiembre, con 23 lanchas hundidas y al menos 87 muertos.

Así que la administración Trump disponía de los datos y pleno conocimiento de esta operación de huida. Al mismo tiempo en que transcurría esa navegación, dos F-18 de la Marina de EE.UU. sobrevolaron el golfo de Venezuela y estuvieron unos 40 minutos haciendo círculos en el aire cerca de la ruta que conduce a Curasao, según los datos de seguimiento de vuelo. Ha sido la mayor incursión de aparatos militares estadounidense desde que se inició el gran despliegue militar.

Sobre la tres de la tarde del martes, Machado desembarcó en esa isla. Fue recibida por un proveedor privado especializado en misiones de extracción, facilitado por el gobierno de Trump. Agotada por el viaje, se registró en un hotel y se quedó a pasar la noche, siempre a partir de esas fuentes.

Al amanecer en Curasao, mientras en Oslo ya se reunían los invitados al evento, un avión privado, provisto por un contacto de Miami, despegó rumbo a Noruega. Hicieron una parada para repostar en Bangor, ciudad estadounidense del estado de Maine.

La premio Nobel grabó un corto mensaje de audio para dar las gracias “a tanta gente que ha arriesgado su vida” para que ella pudiera salir de Venezuela. Su plan de huida se guardó en absoluto secreto.

El Instituto Nobel aseguró a los medios noruegos que no sabían dónde estaba Machado al inicio de la ceremonia. Jorgen Watne Frydnes, presidente del comité del Nobel, señaló durante la el acto de entrega (recogió el galardón la hija de Machado) que la homenajeada se hallaba “en un viaje de extraordinario peligro”. Horas más tarde apareció en el balcón del Grand Hotel para ser aclamada. Sana y a salvo.

Machado sabe que, si quiere regresar a su país con Maduro aún en el gobierno, deberá de experimentar de nuevo ese riesgo.     

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